Poema blanco

                     


          Mi yo impoluto despertó en tus ansias,
          y en un níveo abrazo
          precisó tu permanencia.

          Diáfano y sereno
mi mirar se pierde en la hojarasca,
mientras te sientas a mi lado
en el lecho virginal.

Cándida te muestro el marfil de mi cuerpo.
Sábanas blancas se atan a mi cintura,
y mi cabello ondulado te roza la frente.

Mi cuerpo intacto te recibe en su morada.
Ríos de leche bañan nuestro nido
mientras nos unimos en un acto sagrado.

Las hojas de los árboles
danzan con el roce del viento amante,
y en un perfecto instante eterno,
bajo un cielo despejado y sonriente,
lúcida y sin sombra,
estampo en tus labios
un beso argente.

                                           

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